Analizando los resultados electorales obtenidos este 5 de julio, podemos hacer varias observaciones y reflexiones.
Es indudable que el PRI fue el vencedor de esta contienda, aunque ya no es el partido que obtiene el 50 % o más de los votos a nivel nacional como lo hacía antes de 1994, sin embargo, se recuperó del descalabro sufrido en el 2006 por sus divisiones y por la ambición desmedida de Madrazo, su líder entonces. Ahora se colocó a un punto porcentual arriba de su promedio histórico durante los últimos 12 años, que es del 36 aproximadamente.
Cabe resaltar que este regreso se dio como en sus buenos tiempos, en algunos lugares con más del 50 % de la votación, ganando en algunos estados todos los distritos gracias a su estructura (su principal fortaleza) y a que llevó a cabo elecciones de estado, con participación de funcionarios y trabajadores de todos los niveles de gobierno, con los tradicionales acarreos, comprando votos, entregando despensas y bultos de cemento, apoyando a diversas organizaciones estudiantiles y a los jóvenes con tarjetas de telcel, entre otras cosas. Es de suponer que no respetó los topes de campaña que eran de un poco más de 800 mil pesos por candidato, y nadie cuestiona esto, ni las autoridades electorales ni los medios de comunicación masiva, sólo los partidos de oposición lo hacen pero es como si se gritara en el desierto.
El PAN recibió su voto de castigo por su incapacidad para gobernar un país, por su corrupción, por su tráfico de influencias, por su nepotismo desmedido, por su falta de sensibilidad social, por no atender el problema económico como lo requiere la gran crisis mundial, además de que parece que los mexicanos cada vez mas desaprobamos la estrategia seguida por este gobierno en su lucha contra el narcotráfico y la rijosidad al estilo Germán Martínez.
No obstante, ese voto de castigo es menor, pues sólo disminuyó su votación en un tres por ciento de su promedio histórico desde 1994, que es del 31 %.
La gran perdedora fue la izquierda, y principalmente el PRD. Su votación disminuyó en un 7.5 % con respecto a su promedio histórico desde 1994, que es del 19.7 %. Sin duda que esto se debió en gran medida a las divisiones internas y de los diferentes grupos de la izquierda, y a la mala costumbre de mostrar las diferencias fuera de casa. Divisiones hay en todos los partidos y organizaciones, pero no todos lavan la ropa fuera de casa tan ruidosamente.
Gran parte del voto nulo hubiera sido para la izquierda en otras circunstancias. Varios compañeros del PRD y conocidos me comentaron que no iban a ir a votar o votarían anulando su voto, porque no querían dar su voto a Chucho o a Marcos. Unos pocos pensaban votar por el PT para asegurar que conservara su registro.
Por cierto, el apoyo que dio López Obrador al PT y a Convergencia con este fin, prácticamente sólo aseguró la conservación de su registro, pues representó aproximadamente un 1 % más de su promedio histórico para el PT (2.55 %) y un o.5 %más sobre el promedio histórico de Convergencia.
Vale la pena también, señalar que la jugarreta del TEPJF en Iztapalapa, afectó significativamente al PRD, pues mostró que las divisiones dentro del partido seguían vigentes y fuertes, y además mostró a un presidente del partido haciéndole el juego a la “legalidad”, muy sospechosa, del Tribunal. Considero que eso incrementó aún más el abstencionismo y el voto nulo de los votantes de izquierda.
Esta hipótesis se puede apoyar por el hecho de que todas las encuestas previas a ese suceso, señalaban un 16 % en promedio de preferencias del voto para el PRD. Algo pasó que disminuyó significativamente esas intenciones de voto.
Otro hecho significativo en esta elección fue el ascenso significativo del PVEM, gracias al apoyo de Televisa y de TV Azteca principalmente, que ya tiene a su servicio ocho diputados por la vía plurinominal y que les va a permitir negociar y presionar al PRI cuando éste necesite mayoritear alguna iniciativa.
Además, esto permitiría al PRI aspirar a ganar la presidencia en el 2012 con más del 43 % de la votación en alianza con el PVEM, y posiblemente con mayor porcentaje, si se alía con el PANAL de Elba Esther. Eso si los resultados se parecieran a los de esta elección.
Ni el PAN ni los partidos de izquierda juntos pueden, en las condiciones actuales, aspirar a ganar la presidencia para el 2012. Al PAN le quedan aún tres años más de descalabros, de crisis económica, de incompetencia y corrupción como en el caso de las guarderías del IMSS. Además, todavía falta ver qué pasa con la estrategia de este gobierno en la lucha contra el narcotráfico, cuyas perspectivas no son muy halagüeñas. Con este panorama, es muy difícil que este partido pueda competir exitosamente en el 2012.
La izquierda podría competir en el 2012 sólo si logra superar sus divisiones principales, si logra convencer al electorado que es la mejor opción para sacar al país del estancamiento económico, del atraso y la marginación, así como para luchar contra la corrupción y la impunidad, principales males de nuestra sociedad y mediante la organización y movilización un gran frente ciudadano.
Las pasadas elecciones también mostraron claramente que el modelo democrático vigente en el país ya es obsoleto y tiene poco de democrático, pues siguen ganando principalmente los que tienen más dinero y no hay ninguna rendición de cuentas ni de diputados, ni de senadores ni de funcionarios públicos. En la agenda de los que queremos un mejor país debe estar el afinar ese modelo y llevarlo a que sea más participativo, con rendición, de cuentas, revocación de mandato, con referéndum y plebiscitos y segundas vueltas en caso de que la representatividad no llegue e un mínimo aceptable, entre otros aspectos.
Santiago Fierro Martínez
sábado, 8 de agosto de 2009
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